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lunes, 12 de mayo de 2008

¿Que nos pasa con nuestro idioma?


“Idiomacidios”: una cotidiana mala praxis

Algunos no pueden proteger el patrimonio comunitario porque no están capacitados para captar su valor. A intelectuales, docentes y periodistas les cabe la responsabilidad de cuidar la lengua. Da la sensación de que optamos por asistir con pasividad a la destrucción de nuestro idioma. Es más: colaboramos con ello. Por Claudia Nicolini para LA GACETA - Tucumán.

Escribe CLAUDIA NICOLINI: Licenciada en Psicología; correctora de pruebas de LA GACETA.

Son tiempos de lucha. Tiempos de defender lo que nos identifica, nos representa, nos define, nos duele y nos construye como comunidad. Tiempos de decirles basta a quienes atentan contra nuestro patrimonio. “Hacienda que alguien ha heredado de sus ascendientes”, lo define el Diccionario de la Real Academia Española. Insisto: son tiempos de lucha. Muchas veces no se nota, pero lo son. • Greenpeace busca, mediante acciones no violentas, proteger el medio ambiente. Nació en Canadá para resistir pruebas nucleares estadounidenses en Alaska, pero amplió muchísimo su radio de acción y sus miembros ponen en riesgo la vida con frecuencia.• Desde hace tiempo, en la web se llama la atención sobre el riesgo que corre la Triple Frontera. Se aduce que los EEUU insisten en calificarla “zona roja de actividad terrorista”; buscan, como en Irak, una excusa para intervenir. No hay petróleo. El tesoro será, en el largo plazo, mucho más valioso: una inmensa reserva de agua dulce. • 15 meses atrás, Gualeguaychú era conocida por su carnaval. Hasta que se inició en Fray Bentos la construcción de dos procesadoras de celulosa. Hoy, los gualeguaychenses resisten en la ruta y defienden a capa y espada lo que están convencidos de que les corresponde: el derecho a que el río Uruguay no se transforme en un basural. • Durante el tórrido y lluvioso verano tucumano, una movilización ciudadana -que fue haciéndose masiva con el correr de las semanas- logró que el Gobierno revocara un decreto que permitía demoler algunos de los pocos sobrevivientes del patrimonio arquitectónico de la ciudad. No sé si se nota, pero poco a poco nos acercamos a casa.
Pasaron más de mil añosEn el año 978 vio la luz, en un monasterio perdido en la cordillera cantábrica, lo que se considera el primer texto en español. “Un español rudimentario, un español de nebulosa, de fruta verde todavía, donde la almendra a medio descascarar ya se adivina jugosa y dulce”, según la cubana Dulce María Loynaz, premio Cervantes y miembro de la Real Academia. La frase forma parte del discurso que pronunció el 23 de abril de 1978, en conmemoración de los 1.000 años del idioma. ¿Por qué el 23 de abril? Ese día, en 1616, murió Miguel de Cervantes Saavedra. En su honor se instituyó no sólo el Día del Libro, como lo reflejó este suplemento semanas atrás, sino también el Día del Idioma. Y el Quijote de Cervantes es “el monumento” más preciado de nuestro patrimonio como hispanohablantes. Para cuando apareció, hacía más de 100 años que, con su boda, los Reyes Católicos habían iniciado la unificación española -que implicó la generalización de la lengua castellana-, consolidada con la conquista de Granada en enero de 1492. Nueve meses después, Colón llegaba a América, y con él, el idioma. Mucho había cambiado; el árabe lo había alimentado y pronto se nutriría también de las lenguas aborígenes. “Torrente luminoso que volcó España en nuestro hemisferio”, llama la doctora Loynaz a este “español adulto”. “Gran don fue el suyo, y sólo suyo -añade-, aunque después nosotros nos hayamos apresurado en acrecentar la hermosura que se nos confiara. Ahora el idioma es obra de todos”. Otra vez de patrimonio se trata. Y entonces, si son tiempos de lucha, ¿por qué no luchar en defensa del idioma?
Hacerse cargoAlgunas personas no pueden proteger el patrimonio comunitario porque no están capacitadas para captar su valor. Entonces, se desperdicia agua; se tira basura donde no corresponde; un pucho mal apagado causa incendios forestales... Está mal, pero no es lo más grave. Lo grave son aquellos que tienen las herramientas para distinguir lo malo de lo bueno, y eligen lo malo. (Los pares antitéticos pueden reemplazarse: rentable/valioso; fácil/difícil; cómodo/trabajoso; deshonesto/intachable... ¿Hace falta seguir?) Estos, que sí las tienen, son, por ello mismo, responsables: gobernantes, profesionales, intelectuales, técnicos, docentes, periodistas...Pues bien: en esto de la lengua, docentes, intelectuales y periodistas (por lo menos) somos responsables, porque somos referentes en el uso del idioma, y porque nuestra forma de decir -o de escribir- influye, se difunde y se cristaliza. En consecuencia, por una cuestión ética nos toca de manera sustancial cuidar, defender y enriquecer nuestro idioma. Sin embargo, da la sensación de que optamos por asistir pasivamente a su destrucción. Es más: colaboramos con ella. Y no se trata de los neologismos ni de la incorporación, que afortunadamente la Academia acelera, de palabras que le aportan al español peninsular el de América y los otros idiomas. No. Me refiero a que escribimos mal y hablamos peor. A que las tildes bien puestas son más difíciles de conseguir que una audiencia con la Presidenta. A que usar correctamente las preposiciones parece más complicado que aprender chino. A que los diferentes tiempos verbales son tratados como si hubieran sido gestados por algún escritor trasnochado y extravagante, y no porque le indican al oyente -o al lector- momentos distintos de lo que se está narrando. “Se entiende igual”, decimos, con total desapego por lo nuestro, como apología de los cientos de “idiomacidios” que cometemos a diario... Y si algún tribunal pudiera juzgarnos, seguramente nos acusaría de “homicidio agravado por el vínculo”. Porque hay algo incontrastable: el lenguaje nos constituye a los hispanoablantes; es nuestro patrimonio común. Pero, además, periodistas, intelectuales y docentes (por lo menos), es nuestra herramienta de trabajo. ¡Y la usamos tan mal! ¿Qué diríamos de un cirujano que no supiera manejar su bisturí?; ¿que dejara por descuido, desidia o impericia una horrenda cicatriz a la hora de suturar, total la herida “se cura igual”?El 23 de abril de 1978 la doctora Loynaz insistía: “el idioma es obra de todos: los grandes escritores, oradores, poetas lo afinaron y extrajeron sus más recónditas esencias, se sirvieron con singular maestría del habla popular y hasta le adjudicaron jerarquías que debemos respetar, al menos mientras no se invente nada mejor. Todo esto lo hicieron los maestros del idioma, pero el idioma ya estaba allí. Y seguirá estando, mientras la misma masa anónima que le dio la vida no termine también por darle muerte”. El español está cumpliendo sus primeros 1.030 años. Nos toca a nosotros, los que tenemos la responsabilidad de usarlo bien, no permitir que aquel oscuro vaticinio se cumpla. © LA GACETA

FUENTE:
http://www.lagaceta.com.ar/
http://www.lagaceta.com.ar/vernota.asp?id_seccion=109&id_nota=270881

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